Me gusta verlo mirar, los ojos le hacen tic tac tic tac, van y vienen captando todo. A veces aterrizo en su mirada. Me gusta ver cómo sus pupilas se dilatan y se contraen para dar paso al verde, tan distinto a todos pero tan familiar para mi. Otras veces me cuelgo en en sus manos, entre sus dedos. ¿Qué estarán tramando? ¿Qué estarán queriendo gritar?
Quizas lo conociste, quizas te lo cruzaste algun día en la calle, aunque no creo. Hay que mirar muy bien para verlo, pasaría inadvertido delante del ojo amateur. Camina con un ritmo disonante. La última vez que lo vi llegar lo observé. Memorice su paso por si algún dia tuviera que reconocerlo entre la multitud, en alguna esquina atestada de gente de alguna ciudad del mundo, digamos Buenos Aires por decir pero podría ser Rio, Taipei o Cabo Verde.
Un día me contó una historia mientras desayunábamos. Yo jugaba a perderme entre la tinta de un periódico completamente intrascendente cuando el, mirando hacia un costado, me lo dijo. Yo ni levanté la vista de la página, finji absoluto desinterés, como si me estuviera hablando del clima, del barrio o de un parecido con algun jugador de futbol.
Le mentí, si, pero lo hice porque decirle la verdad hubiera alterado el orden del universo entero. Desde un primer momento yo comprendí qué se ocultaba detrás de la forma en que ella llegaba, se sentaba frente a él y sin decir nada encendía un cigarrillo. En la manera de él de hacer como si nada, como si la señora y el perro en el auto fueran testigos involuntarios del acto. Me lo contó todo en apenas dos segundos, dos segundos de su nariz contra el vidrio y sus ojos que viajaban a la velocidad de la luz.
Volvió a parpadear. Corroboró que yo no lo estaba escuchando e hizo un ruido con la cuchara para llamar mi atención. Me dijo que estaba linda o algo por el estilo para que levante la mirada y sonría. Y sonreí, claro que sonreí. ¿Cómo no hacerlo con lo que acababa de ocurrir? ¿Cómo no enamorarme de ese instante? De ese momento irrepetible, donde por fin comprendí lo que significa la radiogravedad.
ArtOtrebla 